domingo, 8 de enero de 2017

Gabriel Antonio del Río Doñé: Toda una vida dedicada a los trabajadores

Creen a sus 80 años es el más genuino sindicalista de RD en la actualidad

Gabriel del Río en plena jornada de lucha reivindicativa junto a los también dirigentes sindicales, Jacobo Ramos y Rafael (Pepe) Abreu, entre otros.
SANTO DOMINO, DN.-El pasado cuatro de diciembre cumplió 80 años de edad, de voz arrastrada y suave, personalidad amigable y sencilla  que contrasta con la energía, el coraje y la valentía conque levanta su bandera de lucha a favor de la clase trabajadora, sea en el campo o en la ciudad, del sector público o del privado.

Considerado por muchos como el más genuino dirigente sindical dominicano de la actualidad, Gabriel Antonio del Río Doñé, quien habla en exclusiva para El Nuevo Diario de lo que ha significado su vida al servicio de los obreros por más de 56 años, destacando, sobretodo, su gratitud a Dios por haberle dado la fortaleza hasta el día de hoy.

“Agradezco a Dios por darme la fortaleza y por la confianza que los trabajadores han depositado en mí, ellos han sido mi gran pasión, nadie puede acusarme de haber engañado a un trabajador, no he traicionado a nadie. Mi dedicación, mi entusiasmo y mi vocación de servicio, no importa cómo, dónde, ni cuándo, han sido elementos claves para que crean en mi”, sostiene.

Asegura que su mayor  frustración la debe a la tristemente célebre “Era de Trujillo”. Explica que la tiranía que oprimió a la Nación dominicana por más de 30 años, le asestó tres duros golpes: Le arrebató a su padre, a su padrastro y le negó la oportunidad de ser sacerdote.

Su vida
El presidente Danilo Medina y Gabriel del Río comparten 
de forma muy amena durante la celebración de la Cena de
Confraternidad de la Casc en octubre de 2015.
Nació en Villa Altagracia, el día cuatro de diciembre de 1936. Vino a la capital a la edad de cinco años. Vivió en la calle Barahona, de ahí pasó a la calle Padre García, en el sector San Carlos; allí residió por 24 años.

Sobre sus orígenes narra: Mi madre, Estervina Doñé, era de Villa Altagracia, una mujer de campo, dura, con carácter fuerte y mi padre, Luis Senén del Río Pérez, puertorriqueño. Soy hijo de un inmigrante. Mi padre tuvo que volver a Puerto Rico cuando yo tenía seis meses, no lo conocí hasta después que murió Trujillo.

Mi mamá luego se casó con un joven llamado Luis Serrano, que más tarde se graduó de médico. Él siempre estaba estudiando en la casa junto con Chan Aquino. También tuvo problemas con el régimen de Trujillo, estuvo tres meses en la cárcel de La Cuarenta y esto lo afectó al punto que perdió la razón. De esa unión nació mi hermano Luis Serrano Doñé.

Tan pronto cumplí 18 años ingresé al Seminario Santo Tomás de Aquino. Allí estuve por cuatro años y medio, fui compañero de grandes sacerdotes como el Cardenal López Rodríguez, Monseñor De la Rosa Carpio y varios de los obispos del país, pero tuve que salir en desacuerdo con las medidas asumidas por Rafael Leonidas Trujillo Molina.

La muerte de mi madre fue un golpe muy duro. Yo iba de Alemania hacia Francia, iba a conocer las experiencias de los sindicatos belgas. De ahí pasé a Suiza, y al llegar a París me entregaron un cable que decía: “Manito ven. Mamá, grave”. Entonces en la tarde abordé un avión hacia Nueva York. Al llegar, encontré a mi madre sin conocimiento. Murió y la trajimos para acá.

Estuve cerca de un año y nueve meses en Alemania, estudiando alemán, sindicalismo y asuntos sociales, fui el primer dominicano becado por la Fundación Konrad Adenauer.

Su familia
El secretario general de la Casc, Gabriel del Río Doñé en
visita de cortesía al directora de El Nuevo Diario,
Persio Maldonado Sánchez
Tengo 52 años de casado con mi esposa Luz Amiama Veloz. Tengo seis hijos, nietos y biznietas. Cuento con la mejor familia del mundo, que me ha permitido dedicarme en cuerpo y alma al movimiento sindical, sin su apoyo y comprensión no habría sido posible.

Completan la familia Del Río-Amiama: Judit Esther del Río Amiama, Gabriel, Estervina, Sandra, Annyelise y Gabriela.

Su legado
No tengo dinero como muchos pudieran creer, aún estoy pagando mi casa; tengo vehículo porque me lo han regalado los compañeros transportistas, como el caso de los dos últimos, uno  fue una colaboración de Antonio Marte y Blas Peralta y el que tengo en la actualidad me lo obsequió el secretario general de la Casc en la región Este del país, Manolo Ramírez (Pupilo).

No obstante, asegura que su mejor legado lo constituye la CASC,  contribuyendo a la organización y formación de los trabajadores a través la creación del Instituto de Formación Técnico Profesional, (INFOTEP), la Confederación Nacional de Transporte (CONATRA), El Instituto de Formación Agraria y Sindical (INFAS) y la Asociación Mutual de Servicios Solidarios (AMUSSOL), entre otras.

Que su mayor anhelo para la principal central sindical del país, la Casc, es que este gremio continúe su proceso de crecimiento y desarrollo; que nunca se desaparte de la línea de conducta de defensa permanente al trabajador dominicano, consciente de “solo el pueblo organizado salva al pueblo”, slogan que ha enarbolado por más de medio siglo.

Hechos trascendentes
Momento en que el líder sindical de República 
Dominicana recibe el saludo del Papa Francisco,
en la Plaza San Pedro del Vaticano, en Roma.
Considera como uno de los acontecimientos más grande, su matrimonio y el nacimiento de su primera hija, Judit Esther del Río Amiama.

El haber luchado en el 1965 contra el imperialismo norteamericano, siendo un soldado de Caamaño en defensa de la Soberanía Nacional.

La condecoración que le impuso el presidente de Venezuela, Luis Herrera Campins en el 1984.

Gabriel Antonio del Río Doñé  se convirtió el año pasado en el único dirigente sindical dominicano recibido en audiencia por el Papa Francisco.

El reconocimiento que le hizo Hipólito Mejía cuando ocupaba la Presidencia de la República.

Posdata

Al haber cruzado la barrera de las ocho décadas, el hombre objeto de estas líneas, por un asunto biológico podría desaparecer en cualquier momento, por cuanto el escriturario ha querido dar a conocer la dimensión  de ese ser humano especial, con la intención de no repetir la tristemente célebre  frase del pensador dominicano, Federico Henríquez y Carvajal: ¡Oh América infeliz que sólo sabe de tus grandes hombres cuando son tus grandes muertos!  

Por ORLANDO ARIAS

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