Creen a sus 80 años es el más genuino sindicalista de RD en la actualidad
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Gabriel del Río en plena jornada de
lucha reivindicativa junto a los también dirigentes sindicales, Jacobo Ramos y
Rafael (Pepe) Abreu, entre otros.
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SANTO DOMINO, DN.-El pasado cuatro de diciembre cumplió 80
años de edad, de voz arrastrada y suave, personalidad amigable y sencilla que contrasta con la energía, el coraje y la valentía
conque levanta su bandera de lucha a favor de la clase trabajadora, sea en el campo
o en la ciudad, del sector público o del privado.
Considerado por muchos como el más
genuino dirigente sindical dominicano de la actualidad, Gabriel Antonio del Río
Doñé, quien habla en exclusiva para El Nuevo Diario de lo que ha significado su
vida al servicio de los obreros por más de 56 años, destacando, sobretodo, su
gratitud a Dios por haberle dado la fortaleza hasta el día de hoy.
“Agradezco a Dios por darme la fortaleza
y por la confianza que los trabajadores han depositado en mí, ellos han sido mi
gran pasión, nadie puede acusarme de haber engañado a un trabajador, no he
traicionado a nadie. Mi dedicación, mi entusiasmo y mi vocación de servicio, no
importa cómo, dónde, ni cuándo, han sido elementos claves para que crean en mi”,
sostiene.
Asegura que su mayor frustración la debe a la tristemente célebre “Era
de Trujillo”. Explica que la tiranía que oprimió a la Nación dominicana por más
de 30 años, le asestó tres duros golpes: Le arrebató a su padre, a su padrastro
y le negó la oportunidad de ser sacerdote.
Su
vida
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El presidente Danilo Medina y Gabriel del Río comparten
de forma muy amena durante la celebración de la Cena de
Confraternidad de la
Casc en octubre de 2015.
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Nació en Villa Altagracia, el día cuatro
de diciembre de 1936. Vino a la capital a la edad de cinco años. Vivió en la
calle Barahona, de ahí pasó a la calle Padre García, en el sector San Carlos; allí
residió por 24 años.
Sobre sus orígenes narra: Mi madre,
Estervina Doñé, era de Villa Altagracia, una mujer de campo, dura, con carácter
fuerte y mi padre, Luis Senén del Río Pérez, puertorriqueño. Soy hijo de un
inmigrante. Mi padre tuvo que volver a Puerto Rico cuando yo tenía seis meses,
no lo conocí hasta después que murió Trujillo.
Mi mamá luego se casó con un joven
llamado Luis Serrano, que más tarde se graduó de médico. Él siempre estaba
estudiando en la casa junto con Chan Aquino. También tuvo problemas con el
régimen de Trujillo, estuvo tres meses en la cárcel de La Cuarenta y esto lo
afectó al punto que perdió la razón. De esa unión nació mi hermano Luis Serrano
Doñé.
Tan pronto cumplí 18 años ingresé al
Seminario Santo Tomás de Aquino. Allí estuve por cuatro años y medio, fui compañero
de grandes sacerdotes como el Cardenal López Rodríguez, Monseñor De la Rosa Carpio
y varios de los obispos del país, pero tuve que salir en desacuerdo con las
medidas asumidas por Rafael Leonidas Trujillo Molina.
La muerte de mi madre fue un golpe muy
duro. Yo iba de Alemania hacia Francia, iba a conocer las experiencias de los
sindicatos belgas. De ahí pasé a Suiza, y al llegar a París me entregaron un
cable que decía: “Manito ven. Mamá, grave”. Entonces en la tarde abordé un
avión hacia Nueva York. Al llegar, encontré a mi madre sin conocimiento. Murió
y la trajimos para acá.
Estuve cerca de un año y nueve meses en
Alemania, estudiando alemán, sindicalismo y asuntos sociales, fui el primer
dominicano becado por la Fundación Konrad Adenauer.
Su
familia
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El secretario general de la Casc, Gabriel del Río Doñé en
visita de cortesía al directora de El Nuevo Diario,
Persio Maldonado
Sánchez.
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Tengo 52 años de casado con mi esposa
Luz Amiama Veloz. Tengo seis hijos, nietos y biznietas. Cuento con la mejor
familia del mundo, que me ha permitido dedicarme en cuerpo y alma al movimiento
sindical, sin su apoyo y comprensión no habría sido posible.
Completan la familia Del Río-Amiama:
Judit Esther del Río Amiama, Gabriel, Estervina, Sandra, Annyelise y Gabriela.
Su
legado
No tengo dinero como muchos pudieran
creer, aún estoy pagando mi casa; tengo vehículo porque me lo han regalado los
compañeros transportistas, como el caso de los dos últimos, uno fue una colaboración de Antonio Marte y Blas
Peralta y el que tengo en la actualidad me lo obsequió el secretario general de
la Casc en la región Este del país, Manolo Ramírez (Pupilo).
No obstante, asegura que su mejor legado
lo constituye la CASC, contribuyendo a
la organización y formación de los trabajadores a través la creación del
Instituto de Formación Técnico Profesional, (INFOTEP), la Confederación
Nacional de Transporte (CONATRA), El Instituto de Formación Agraria y Sindical
(INFAS) y la Asociación Mutual de Servicios Solidarios (AMUSSOL), entre otras.
Que su mayor anhelo para la principal
central sindical del país, la Casc, es que este gremio continúe su proceso de
crecimiento y desarrollo; que nunca se desaparte de la línea de conducta de
defensa permanente al trabajador dominicano, consciente de “solo el pueblo
organizado salva al pueblo”, slogan que ha enarbolado por más de medio siglo.
Hechos
trascendentes
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Momento en que el líder sindical de República
Dominicana recibe el saludo del Papa Francisco,
en la Plaza San Pedro
del Vaticano, en Roma.
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Considera como uno de los
acontecimientos más grande, su matrimonio y el nacimiento de su primera hija,
Judit Esther del Río Amiama.
El haber luchado en el 1965 contra el
imperialismo norteamericano, siendo un soldado de Caamaño en defensa de la
Soberanía Nacional.
La condecoración que le impuso el presidente
de Venezuela, Luis Herrera Campins en el 1984.
Gabriel Antonio del Río Doñé se convirtió el año pasado en el único
dirigente sindical dominicano recibido en audiencia por el Papa Francisco.
El reconocimiento que le hizo Hipólito
Mejía cuando ocupaba la Presidencia de la República.
Posdata
Al haber cruzado la barrera de las ocho
décadas, el hombre objeto de estas líneas, por un asunto biológico podría desaparecer
en cualquier momento, por cuanto el escriturario ha querido dar a conocer la
dimensión de ese ser humano especial,
con la intención de no repetir la tristemente célebre frase del pensador dominicano, Federico
Henríquez y Carvajal: ¡Oh América infeliz que sólo sabe de tus grandes hombres
cuando son tus grandes muertos!
Por ORLANDO ARIAS
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