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FELIX MAKEMKA |
SANTO DOMINGO.-Un grupo de
viejos políticos desfasados y desacreditados en el escenario, sin
porvenir, le han hecho creer a Luis
Abinader que tiene un gran futuro político, como le hicieron creer en el pasado
proceso electoral que tenía
posibilidades ciertas de ganar las elecciones y convertirse a su corta
edad en presidente de la República.
Nada más falso. Luis Abinader no se preparó para ser presidente puesto que no es un buen orador ni un
intelectual, no se le conoce trayectoria política en ninguna organización
ni se le conoce como emprendedor en ninguna de las áreas de la investigación,
el comercio o la industria; pero tampoco ha sido nunca electo a puestos
públicos ni como regidor.
Un rostro digamos que impecable y una docena de
millones de pesos, no son suficientes para empoderar a un candidato, arrastrar
las masas y convertirlo en jefe de Estado.
Desde el principio la candidatura de Luis Abinader
lucía cuesta arriba dado que el Partido Revolucionario Moderno (PRM) solo tenía
dieciocho meses de formado y por tanto la dirigencia del PRM debió darse a la
tarea de darlo a conocer en los ciento cincuenta y cinco municipios de la
República Dominicana, pero más aún, el candidato Luis Abinader se estrenaba
también en las lides políticas, por lo que se esperaba del PRM que saliera a las calles a presentar su
nuevo rostro, “la cara del cambio”. Esto
no se hizo.
Todas las encuestas le otorgaban al candidato
oficialista Danilo Medina una ventaja de por lo menos 30 puntos porcentuales.
La candidatura resultó todo un fiasco. La personalidad
de Luis Abinader no resultó atractiva a los electores, y sus propuestas por
insustanciales no impactaron a la sociedad dominicana, de forma que este
político no ha aportado nada al debate por la pobreza conceptual de su contenido
discursivo.
Pongamos un ejemplo: Cuando el doctor Leonel Fernández
se lanzó al ruedo político en 1990 como candidato vicepresidencial con el
profesor Juan Bosch, su figura impactó
de inmediato por su carisma, y más luego por la capacidad
oratoria del muchacho de 36 años,
un intelectual catedrático, abogado exitoso y por demás respaldado por el Partido de la Liberación Dominicana, una
organización que había logrado un alto prestigio en sus 17 años de formada.

Mientras que Jacobo Majluta, que no tenía nada de
intelectual, gozaba de un carisma
abrazador y una gran trayectoria política que se remontaba a la Era de Trujillo, y, en
consecuencia, estaba dotado de calidades para optar por la presidencia de la
República en 1986.
Pero este hombre, Luis Abinader, no ha traído nada. Ha
llegado con las manos vacías ofreciendo
de todo en una sociedad que ha logrado un gran desarrollo, con cuarenta y dos
universidades, bien comunicado el país a través de la telefonía y en plena era del conocimiento
con el internet y las redes sociales.
A Luis Abinader le cayeron los palitos por su osadía
de mantener una candidatura impropia en un momento inapropiado, porque ni
siquiera se comportó como un buen actor. En los mensajes propagandísticos,
cuando aparecía prometiendo redimir a los pobres, un conglomerado con los que
nunca ha compartido, se le notaba la falsedad en su mirada; no sabía dónde
poner los ojos.
La periodista Alicia Ortega fue quien dejó al descubierto las carencias de su
intelecto cuando le preguntó que cuál era su lectura favorita, y Luis Abinader
le contestó sin sonrojo y sin pensarlo, que prefería las “biografías”. Una
respuesta nefasta para un político que debió contestar que prefería leer la
historia, sobre todo la dominicana y universal; la historia de las ideas
política, la economía comparada, el derecho, la filosofía y la sociología.
Para que no le suceda lo que a Peña Nieto, presidente
de México, cuando le preguntaron que cuáles eran los tres libros que más han
influenciado en su vida, y no supo
contestar, a Luis Abinader debo alertarlo, y decirle que la lectura favorita de
un político debe incluir obligadamente a La República, de Platón y Política, de Aristóteles.
Y si se quiere salir del paso ante una pregunta como
la que se le hiciera a Peña Nieto, tres libros deben destacarse como
influyentes en la vida de cualquier ciudadano, aunque nunca le haya puestos las
manos, como son la Santa Biblia, El Quijote de la Mancha y El Contrato Social.
Es oportuno decirle
a Luis Abinader que la intelectualidad
solo se logra cuando el nivel cultural de un hombre incluye haber
desbrocado el mundo de la literatura,
sobre todo la prosa expresada en novelas y cuentos.
Estoy muy de acuerdo con la vieja hipótesis humanista de que “leer hace mejores a los hombres”; y respaldo
la tesis de que la lectura hace más compasivo a los hombres, y que “leer hace
sofisticadas a las personas con ansiedad protagónica”.
Señor Luis Abinader, le recuerdo el planteamiento de
un periodista mexicano de que un buen político debe tener una vida intelectual
aunque no sea un intelectual, y que es obvio que gobernar requiere tener
ciertos conocimientos especializados de economía y derecho, pero que es posible
familiarizarse con esos conocimientos sin leer mucho, pero un buen lector tiene
más posibilidad de adquirirlos y de manejar estos conceptos con mayor rigor
y, por tanto podría ser mejor
gobernante.
POR FÉLIX MAKEMKA
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