jueves, 8 de septiembre de 2016

Reescribir la historia sobre Trujillo y la construcción de un museo en honor a la Era

FELIX  MAKEMKA
SANTO DOMINGO.-Como un imperativo, se impone reescribir la historia sobre la Era de Trujillo. Treinta y un años de historicidad dominicana el Ministerio de Educación intenta  pasarlos por alto, borrarlos y colocar 31 páginas en blanco como si no hubieran existido. Pero resulta que Rafael Leónidas Trujillo no solo gobernó dictatorialmente con manos de hierro y una aplanadora, sino que definió a la nación dominicana y la construyó palmo a palmo.
“Qué malo que tu padre haya fallecido, porque hubiera sido necesario para que forme parte de esta gigantesca revolución que apenas iniciamos para transformar a la República Dominicana…Pero estas tú. ¡Si quieres formar parte de esta transformación, pues comparezca mañana a las 10:00 a mi Despacho.

Así cautivó Trujillo al joven Porfirio Rubirosa, de 22 años y acabado de llegar de Francia,  en 1932…
Para entonces el país no contaba con ningunas condiciones para definirlo como nación, y lo poco que había lo destruyó el ciclón San Zenón el 3 de septiembre de 1930, es decir,  18 días después de la juramentación en el poder del general Trujillo Molina.
Y lo cierto fue que se inició una revolución,  con la definición del territorio dominicano, de sus aguas territoriales y la delimitación fronteriza frente a la República de Haití; la modernización de la administración pública con la creación de las secretarías de Estado, principalmente las secretarías de Estado de Finanzas, Agricultura, Salud Pública, Educación y  Obras Públicas.
Trujillo pacificó el país con la eliminación de decenas de generales caudillos que cotizaban el territorio nacional, siendo el último como reducto el general Desiderio Aria quien fue muerto a balazos por las fuerzas trujillistas y luego decapitado, en 1932.
Más tarde llegó la electrificación y el encendido masivo de las bombillas y la luz eléctrica; la creación del Banco Central en 1947 y la denominación del  peso dominicano como moneda nacional; la creación de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas y la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, y se desarrolló el sistema bancario con la creación del Banco de Reservas.
Trujillo distinguió la casa de gobierno con la construcción de un majestuoso Palacio Nacional;  desarrolló la radio y la televisión como medios de información, educación y entretenimiento, y llevó el glamur al entorno oficial, comenzando con el vestir correcto de los funcionarios y el uso de vehículos de motor, un hecho cultural que se transfirió a la sociedad dominicana a través preferentemente de las mujeres de los funcionarios que abrían entonces de llamarse “damas”, distinguidas por el  fino vestir y el perfil de las vajillas en sus hogares.
Con Trujillo inició la industrialización dominicana, por intermedio de los consorcios  azucareros, o ingenios; el tabaco, la sal y la madera.
Trujillo amplió las tres principales autopistas del Norte, el Sur y el Este que ya habían sido construidas por la ocupación norteamericana de 1916; se abocó a edificar las principales presas acuíferas e inauguró el Puerto de Santo Domingo y delimitó los parques nacionales dotando  al país de la primera legislación de medio ambiente y de recursos naturales.
Es el caso, que el  honorable historiador Roberto Cassá dijo a través de la radio Z-101 que nada de lo que Trujillo haya hecho como obra de gobierno debe destacarse, por la crueldad de su gobierno, y por medio  de la misma emisora el general José Miguel Soto Jiménez sostuvo que en el grado militar Trujillo no llegaba ni siguiera a teniente.
Así se refirió Soto Jiménez al creador de las Fuerzas Armadas, órgano del Estado que el presidente del Partido V República ocupó como su Jefe entre los años 2000- 2004, sin admitir  que los adoquinados de granito que él pisó en los cuarteles durante su jefatura fueron construidos por Trujillo.
Así también se refirió Roberto Cassá sobre el gobernante sanguinario que cimentó los monumentales edificios de las facultades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo que a él como catedrático e investigador le han servido de albergue y sostén a lo largo de cincuenta años.
Soto Jiménez, quien intenta erigirse como historiador, pasó por alto que Trujillo obtuvo las más altas calificaciones durante su entrenamiento con los marines invasores norteamericano, y fue objeto de los elogios más elocuentes de los militares de la ocupación de 1916-1924, y que Trujillo se distinguía por su don de mando, su pulcritud en el vestir y su puntualidad, además de su proceder metódico y reservado.
Como historiador, Roberto Cassá debería reconocer que Trujillo es el hombre más importante de la historia dominicana, después del prohombre Juan Pablo Duarte y del prócer Juan Bosch.
La proverbial capacidad de trabajo de Trujillo se definía como colosal, admirado por colaboradores y por visitantes extranjeros.
Trujillo como mandatario se levantaba a las 4:00 de la madrugada, y ya a las 6:00 estaba enterado de cómo andaba la nación, había dado una serial de  órdenes y se encaminaba a su despacho del Palacio Nacional.
Trujillo no tomaba siestas, no ingería alcohol, ni fumaba ni jugaba, y a las 10:00 de la noche hacía rato que estaba en los brazos de Morfeo descansando para la jornada posterior.
Trujillo ingresó en los entrenamientos militares con 27 años de edad, y 12 años después, a los 39, era generalísimo y presidente de la nación dominicana.
Como parte de su legado grandilocuente, en el cierre de su ciclo histórico Trujillo Molina construyó la Feria de la Paz y la Confraternidad del Mundo Libre, hoy denominada Centro de los Héroes, un complejo de más de doce edificios gubernamentales que incluye el Teatro Agua y Luz, hoy abandonado a su suerte, y donde deberá construirse el Museo a Trujillo propuesto en el año 2010 como proyecto de Ley en el Congreso Nacional por el legislador de San Cristóbal, Levin Gurrero. Es un imperativo urgente….

POR FÉLIX MAKEMKA

Félixmanuelrosak@gmail.com

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