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FELIX MAKEMKA |
SANTO DOMINGO.-Como un imperativo, se impone reescribir la historia sobre la
Era de Trujillo. Treinta y un años de historicidad dominicana el Ministerio de
Educación intenta pasarlos por alto,
borrarlos y colocar 31 páginas en blanco como si no hubieran existido. Pero
resulta que Rafael Leónidas Trujillo no solo gobernó dictatorialmente con manos
de hierro y una aplanadora, sino que definió a la nación dominicana y la construyó
palmo a palmo.
“Qué malo que tu padre haya fallecido, porque hubiera sido
necesario para que forme parte de esta gigantesca revolución que apenas
iniciamos para transformar a la República Dominicana…Pero estas tú. ¡Si quieres
formar parte de esta transformación, pues comparezca mañana a las 10:00 a mi
Despacho.
Así cautivó Trujillo al joven Porfirio Rubirosa, de 22 años y
acabado de llegar de Francia, en 1932…
Para entonces el país no contaba con ningunas condiciones
para definirlo como nación, y lo poco que había lo destruyó el ciclón San Zenón
el 3 de septiembre de 1930, es decir, 18
días después de la juramentación en el poder del general Trujillo Molina.
Y lo cierto fue que se inició una revolución, con la definición del territorio dominicano,
de sus aguas territoriales y la delimitación fronteriza frente a la República
de Haití; la modernización de la administración pública con la creación de las
secretarías de Estado, principalmente las secretarías de Estado de Finanzas,
Agricultura, Salud Pública, Educación y
Obras Públicas.
Trujillo pacificó el país con la eliminación de decenas de
generales caudillos que cotizaban el territorio nacional, siendo el último como
reducto el general Desiderio Aria quien fue muerto a balazos por las fuerzas
trujillistas y luego decapitado, en 1932.
Más tarde llegó la electrificación y el encendido masivo de
las bombillas y la luz eléctrica; la creación del Banco Central en 1947 y la
denominación del peso dominicano como
moneda nacional; la creación de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas y la
Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, y se desarrolló el sistema
bancario con la creación del Banco de Reservas.
Trujillo distinguió la casa de gobierno con la construcción
de un majestuoso Palacio Nacional;
desarrolló la radio y la televisión como medios de información,
educación y entretenimiento, y llevó el glamur al entorno oficial, comenzando
con el vestir correcto de los funcionarios y el uso de vehículos de motor, un
hecho cultural que se transfirió a la sociedad dominicana a través preferentemente
de las mujeres de los funcionarios que abrían entonces de llamarse “damas”,
distinguidas por el fino vestir y el
perfil de las vajillas en sus hogares.
Con Trujillo inició la industrialización dominicana, por
intermedio de los consorcios azucareros,
o ingenios; el tabaco, la sal y la madera.
Trujillo amplió las tres principales autopistas del Norte, el
Sur y el Este que ya habían sido construidas por la ocupación norteamericana de
1916; se abocó a edificar las principales presas acuíferas e inauguró el Puerto
de Santo Domingo y delimitó los parques nacionales dotando al país de la primera legislación de medio ambiente
y de recursos naturales.
Es el caso, que el
honorable historiador Roberto Cassá dijo a través de la radio Z-101 que
nada de lo que Trujillo haya hecho como obra de gobierno debe destacarse, por
la crueldad de su gobierno, y por medio
de la misma emisora el general José Miguel Soto Jiménez sostuvo que en
el grado militar Trujillo no llegaba ni siguiera a teniente.
Así se refirió Soto Jiménez al creador de las Fuerzas
Armadas, órgano del Estado que el presidente del Partido V República ocupó como
su Jefe entre los años 2000- 2004, sin admitir
que los adoquinados de granito que él pisó en los cuarteles durante su
jefatura fueron construidos por Trujillo.
Así también se refirió Roberto Cassá sobre el gobernante
sanguinario que cimentó los monumentales edificios de las facultades de la
Universidad Autónoma de Santo Domingo que a él como catedrático e investigador
le han servido de albergue y sostén a lo largo de cincuenta años.
Soto Jiménez, quien intenta erigirse como historiador, pasó
por alto que Trujillo obtuvo las más altas calificaciones durante su
entrenamiento con los marines invasores norteamericano, y fue objeto de los elogios
más elocuentes de los militares de la ocupación de 1916-1924, y que Trujillo se
distinguía por su don de mando, su pulcritud en el vestir y su puntualidad,
además de su proceder metódico y reservado.
Como historiador, Roberto Cassá debería reconocer que
Trujillo es el hombre más importante de la historia dominicana, después del
prohombre Juan Pablo Duarte y del prócer Juan Bosch.
La proverbial capacidad de trabajo de Trujillo se definía
como colosal, admirado por colaboradores y por visitantes extranjeros.
Trujillo como mandatario se levantaba a las 4:00 de la
madrugada, y ya a las 6:00 estaba enterado de cómo andaba la nación, había dado
una serial de órdenes y se encaminaba a
su despacho del Palacio Nacional.
Trujillo no tomaba siestas, no ingería alcohol, ni fumaba ni
jugaba, y a las 10:00 de la noche hacía rato que estaba en los brazos de Morfeo
descansando para la jornada posterior.
Trujillo ingresó en los entrenamientos militares con 27 años
de edad, y 12 años después, a los 39, era generalísimo y presidente de la
nación dominicana.
Como parte de su legado grandilocuente, en el cierre de su
ciclo histórico Trujillo Molina construyó la Feria de la Paz y la
Confraternidad del Mundo Libre, hoy denominada Centro de los Héroes, un
complejo de más de doce edificios gubernamentales que incluye el Teatro Agua y
Luz, hoy abandonado a su suerte, y donde deberá construirse el Museo a Trujillo
propuesto en el año 2010 como proyecto de Ley en el Congreso Nacional por el
legislador de San Cristóbal, Levin Gurrero. Es un imperativo urgente….
POR FÉLIX MAKEMKA
Félixmanuelrosak@gmail.com
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